El 19 de mayo de 2016 falleció en La Habana la escritora, dramaturga y guionista cubana Maite Vera. En reconocimiento a su labor como creadora y a su capacidad para abordar los problemas de la contemporaneidad, conflictos e interioridades del contexto cubano, la revista La Gaveta publica la entrevista realizada en 2015 por el escritor y promotor cultural José Nelson Castillo.
El pintor muralista Abel Morejón Gala, es su amigo de los años. Fascinado con realizar audiovisuales, resolvió todo para llegar hasta ella. Mi osadía: lograr una entrevista que le hiciera caminar sobre ochenta y cinco años, de los que ha dedicado, cincuenta y tres a la televisión.
Antes de empezar el animado diálogo, entra a una de sus habitaciones, se moldea el cabello, demuestra su infinito deseo de vivir. Varias generaciones de cubanos recuerdan aventuras, y telenovelas con inevitable pasión. Vive solitaria en un acogedor apartamento con Bolita, su perro.
En la sala, un cuadro, pintado con técnica de óleo/sobre lienzo: una robusta mulata, que representa a Yemayá, en su rostro una ancha sonrisa, bailando una melodía: Maite 1995
Estamos en casa de Maite Vera, llena de toda una experiencia, de escritura para los medios y que ya goza de estar en el corazón de todos los cubanos que vivimos dentro de la isla.
Pensar una entrevista con usted implica un recorrido ambicioso en el tiempo. La familia es un tesoro que se aprecia más cuando el tiempo nos lleva a la edad de la madurez.
¿Cómo era el ambiente familiar en que nació la niña Maite?
Bueno, chico realmente fue un ambiente muy lindo ya hablando del núcleo que es la pequeña familia, lo mismo por parte de madre como de padre. Mi papá era arquitecto, trabajaba los planos en su mesa de dibujo. Mi mamá pianista, y profesora de piano había tenido un conservatorio donde impartía clases, se casó y lo dejó para dedicarse a la crianza de los hijos. Uno de los recuerdos más grandes que conservo desde que tengo uso de razón es que a las ocho de la noche después de acostarnos, (en aquella época los niños se iban a dormir a la ocho de la noche) empezaba a tocar el piano durante horas. Interpretaba a los clásicos y terminaba con los compositores cubanos y siempre terminaba con el danzón Almendra. Veníamos de una familia modesta, pero no éramos tan pobres, teníamos piano. Era una casa grande, linda, con mi hermano que también fue mi compañía. Me vino el deseo de pintar y dibujar por mi papá. Desde los tres o cuatro años me tiraba en el piso, yo pintaba él me traía unos grandes papeles y creyones. Mi primer amor artístico fue la pintura.
¿Recuerda alguno de sus juegos infantiles?
Si, no existía la televisión, solo la radio. Quedaba la tradición de aquellos juegos infantiles que quizás venían de España. Jugábamos a las bolas, a las estatuas. El matandilen dilen don. Frente a la casa había un gran jardín y tenía una reja, donde había muchas plantas, lagartijas, arañas pelúas que, cuando lográbamos cazarlas, las rodeábamos de candela para ver cómo se suicidaban y camaleones verdes preciosos, todos son animales belicosos. Uno de nuestros juegos: hacíamos como un ring de boxeo para que no se salieran y los echábamos a pelear hasta el final y al ganador lo liberábamos y lo poníamos de nuevo en la matica. Era una niñez pegada a la naturaleza. Vivíamos cerca del parque Córdoba, en la Víbora. Mi hermano y yo subiamos a los árboles. Yo no pediría otra cosa.
¿Cómo era la relación con su hermano?
Había una especie de cariño especial éramos cómplices mi mamá, mi hermano y yo. Papá se celaba y nos decía los tres mosqueteros. Fue una unión total, hasta que mi madre murió siendo muy joven, cuando yo apenas tenía veinte años. Después de mayores cuando él era director de música del ICRT yo lo visitaba en su oficina, y si yo no podía venir él venia por mi casa. Nos veíamos todos los días durante nuestras vidas, incluso el día que falleció, había pasado por mi casa. Todo lo consultábamos, principalmente la parte del trabajo. Éramos los más grandes amigos, eso en mi vida fue algo muy importante. Nunca más he vuelto a encontrar un amigo así.
La década del treinta del siglo XX tuvo matices culturales conmovedores, la radio y el cine eran los principales medios de recreación. ¿En qué medida influyeron esos estrictos cambios en la formación de su gusto estético?
Bueno, yo era chiquita, nací en noviembre del año 1930, nosotros empezábamos a estudiar música, seis años teoría y solfeo. Todo ese ambiente artístico formaba parte de mi familia. En casa de mi abuela materna, también era un ambiente lleno de arte y música. Yo recuerdo que después me interesé por escribir, porque mis tías, (tenía nueve tías) los domingos, ponían una mesa enorme y se reunían todos los tíos y primos. Una de mis tías tenía como entretenimiento escribir una novela, decía tú escribes el primer capítulo, la otra el segundo y la otra el tercero, me quedaba encantada, después llegaba mi madre y tocaba el piano. Siempre tuve aptitudes artísticas, era un ambiente artístico fabuloso.
¿Me gustaría que hablase de la Maite Vera pintora?
Yo he sido una mujer que ha tenido nombres diferentes en las etapas de mi vida, eso no lo sabe nadie. De niña papá me decía «terivera». Él guardaba todos mis dibujos desde los tres años. Cuando terminé el 6to grado pasé para la primaria superior, yo tenía obsesión con ingresar en la anexa de San Alejandro, leímos un anuncio que informaba los requisitos, ingresé en la academia de San Alejandro. Cuando llegamos nos dijeron: «Pero debe tener 14 años». Rompí a llorar delante de todos. Fue casual que el director era el gran escultor Gelaver, que había estudiado arquitectura con mi papá, y él dijo «yo resuelvo eso». Matriculé con doce años, era candela corría por aquí y por allá. Daba mis clases, en la mañana, la primaria superior, 7mo grado y 8vo, de 8 a 1pm. Me llevaban a las clases nocturnas de siete a diez de la noche. Yo, entre todos aquellos adultos que tenían 30, 40, 50 años, porque eran trabajadores. Yo metida entre aquella gente mayor, pero encantada.
¿Qué libros formaron la lectora?
Uno de los gustos más grandes de mi vida es leer. En aquella época había muchos muñequitos que salían en los periódicos. Mi tía mayor me trajo la primera novela que leí fue Heidi, lloré cantidad mientras la leía. Tenía la suerte de que mi tía era profesora, contaba con una buena biblioteca para mi edad, pero con buena literatura. De ahí empecé a leer de la manera más furiosa del mundo hasta hoy. En aquella época los fines de semana sacaban libros argentinos muy famosos en papel gaceta. Cuando veía llegar aquellos textos me maravillaba. En mi casa todos los libros que había eran de arquitectura y música. Mis padres no se detenían en revisarme. Una semana leía libros de aventura, la otra semana eran de amor. Leí El tarzán de los monos. un libro precioso.
Con 11 años leí La noche de los cuchillos largos, sobre la segunda guerra mundial. Había una escena muy fuerte, donde los nazis cogen a los judíos desnudos y el militar daba la orden:
“Pelotón de masturbadores a masturbarse”.
Pero como yo leía con un diccionario, cuando se lo digo a mi papá se alarmó: ¿Qué libros tú estás leyendo? Y me explicó que con esa edad no podía leer esa literatura.
Con nueve años cogía, la revistas Vanidades, las novelas rosa, después supe que los autores usaban seudónimos, eran libros gramáticamente bien escritos. Más tarde, con 11años no podía leer esas novelitas, me leí los grandes autores. Y no paré más de leer hasta hoy.
¿Qué significó para usted la llegada de la televisión?
Estaba jovencita, en esa época ni soñar con escribir para la TV. No éramos de las familias que más dinero teníamos, ni había la cantidad de televisores suficiente. En aquella época lógicamente los que tenían acceso eran las grandes figuras, los escritores importantes de radio, de libros, no era un lugar donde se llegaba a aprender, era un lugar donde se llegaba cuando ya estabas probado. En ese momento, esos no eran mis intereses, fui como público; en aquella época lo que me interesaba era pintar, me fascinaba leer teatro. Te voy a confesar algo que no le he dicho a nadie una exclusiva, a mi quien me hizo amar el teatro, fue la radio, había una edición de radio-ship a las 9pm, donde pasaban todo el teatro leído y dramatizado. Yo me hacia la dormida, y así escuché novelas de García Lorca, de Ibsen y otros autores reconocidos.
El triunfo de la revolución fue un cambio rotundo en la vida de los jóvenes de la época.
¿Qué caminos transitó la joven Maite?
En mi vida fue un cambio de 180 o. Yo tenía 28 años cuando triunfó la revolución, siempre tuve ideas sociales, yo viví el capitalismo salvaje, a mi no hay quien me haga cuentos, a nosotros no. Cuando me tratan de ilusionar a nosotros no nos toca el capitalismo de Dinamarca, ni el de Berlín, sino el capitalismo salvaje, el que sufrimos los países latinoamericanos. Esa última etapa de Batista fue terrible, y yo, quizás por mi familia, siempre tuve ideas sociales. Siempre me preocupé, por lo que era la sociedad en nuestro país. Tenía un gran pesar porque mi abuela, que era fabulosa, me hacia los cuentos, de cuando tenía 18 años y era la más jovencita, estaba embarazada, vivía en Matanzas y le tocó llevar el café a los que estaban reunidos porque su cuñado era el oficial mambí Martin Morúa Delgado, mi abuelo Leoncio Morúa Delgado, estaba lejos y yo le pregunté ¿Por qué me describe a Maceo de lejos y el primero en darle la tasa fue a é?. Ella me contaba: «cuando yo llegué me puse tan nerviosa, que jamás pude levantar la cabeza para ver de cerca la cara de Maceo». Escuchando esas historias yo pensaba, a mí no me va a tocar, ningún momento histórico importante. Yo vine a tener conciencia política en la época de Grau. Las calles se llenaban de gente. Y después, !qué decepción!. No tenía idea de lo que podían ser los revolucionarios. Vivíamos un gran terror. Un policía se te acercaba y sentías un terror tremendo.
Aquel día que vi por primera vez a Fidel, que la paloma se le pozó en el hombro, y aquel hombre hablaba tan diferente, esos fueron días dificiles, la gente se encerraban en la casa a comer pan con guayaba como si estuviera pasando un ciclón. Y yo caí desmayada de la emoción.
Mi abuela conoció a Maceo pero yo conocí a Fidel
De ahí en lo adelante empecé aprovechar todas las oportunidades que la revolución daba. Me costó el divorcio, el padre de mi hijo no tomó eso como yo, se fue del país. Yo era dibujante del cartográfico, dibujaba mapas, empezamos a pintar todas las paredes de consignas. Me acordaba de la Revolución Mexicana. Soñaba con ser una gran muralista y contar la epopeya que estábamos viviendo. Pensé que ya no podía. Agarré todas aquellas paredes junto con un primo mío y comencé a pintar aquellos murales comunistas. De pronto me percaté que ya no podía seguir en la pintura. Yo tenía un hijo que mantener. Pero necesitaba tener una relación con el teatro, y comencé a estudiar dramaturgia.
¿Su relación con el teatro?
Sin el teatro nunca hubiera llegado a la televisión. El teatro fue lo que me formó como dramaturga. Un día saliendo del trabajo leí un anuncio en la Biblioteca Nacional donde se convocaba a clases de dramaturgia que impartía la doctora Mirta Aguirre y clases de historia por Moreno Fraginal. Yo me sentía vacía, a mí siempre me ha gustado estudiar hasta la carpintería que es uno de mis hobbys. Embullé a mi hermano, a Piloto, ya eran un dúo Piloto y Vera, los ayudé para escribir comedias musicales. Escribí mi primera obrita después. En el concurso de los instructores de arte Mirta pide que enviemos las obras, el problema es que yo tenía miedo leerla delante de todos aquellos escritores de experiencia, lo primero que yo escribía. Mi hermano robó el libreto y la presentó y Mirta me llamó y me dijo:»Tienes que leerla», y muerta de vergüenza leí. La obra se llama Nuevas raíces, después la imprimieron en cuadernos para los instructores de arte.
Yo tenía una vecina que era maestra, que no ejercía y se fue como maestra voluntaria y me contó sus experiencias con sus alumnos que eran campesinos, niños y hombres, las escribí y las envié al concurso nacional de los instructores de arte. Me llevé un primer premio, las obras se compraban en 350 pesos, en aquel momento eran dólares. Después se publicó. Me empezó a deslumbrar el teatro. Así comenzó mi vida de escritora en el teatro. Estuve más de dos años estudiando en el seminario nacional de dramaturgia, me incluyeron con la ayuda de mi papá y mi hermano que completaba el dinero. El teatro me preparó muy bien. Después hice más obras para los aficionados y estrené obras en el teatro musical como Las yaguas. Ese fue el comienzo.
¿En qué año escribió la primera novela, para la televisión?
Hace 53 años. Me integré a un grupo de escritores, que hacíamos Cachucha y Ramón, durante dos años y medio escribí otros capítulos, hasta que un día fui donde estaba Carballido Rey, y le dije: “yo no soporto más a Cachucha y Ramón”.
Pasé para la TV como asesora de programas con un curso de un año que me dio mucho conocimiento, empecé a colaborar en programas como Detrás de la fachada, que tenían experiencia, así fui aprendiendo de esos grandes escritores, hasta que me llamaron para escribir una serie de buen éxito. Una novela de aventuras en vivo. Aquello se trabajaba en conjunto, el director, los actores buscaban personajes. Se trabajaba de lunes a viernes media hora. Escribí 150 capítulos, fue una serie de buen éxito.
¿Cómo funciona la contratación en la televisión?
Eso ha cambiado. En esa etapa que te narro, yo era asistente de dirección me dieron a escoger, no podía ser asesora y escribir.
Hubo una veintena de escritores que pasamos a trabajar a sueldo fijo, yo quería escribir. Poco antes de jubilarme yo me licencié en dramaturgia, en el Instituto Superior de Arte y pasé de nuevo a asesora. Después me quise retirar como asesora.
En teatro lo primero que escribí fue una comedia musical.
Me pude realizar con la novela Al compás del son. que abarcaba las décadas del 30 al 34.
Al concluir su exitosa telenovela Cuando el amor no alcanza, telenovela con muchas subtramas: el amor, la familia, la vejez, la intolerancia, la soledad, la discapacidad, el racismo:
¿Insatisfacciones?
Cuando comienzo a escribir una telenovela, primero tengo un tema que puede cambiar y después pienso en el género en que puedo expresar ese tema. Yo había decidido que era mi última telenovela: la comedia sentimental donde caben las partes humorísticas y tristes de la vida sin llegar a la tragedia. Pienso mucho en el tema.
Me interesa el tema de la mujer, cree 4 mujeres o 5 en los cuarenta años. Después le fabriqué la familia dentro de la familia, qué problemáticas iba a tratar, varios tipos de madres, me interesaba la maternidad. Y tratar temas que no estaban muy castigados me costó seis meses de trabajo. Fueron surgiendo historias que fueran verídicas, para que la gente creyera, eso hizo que creara los personajes con virtudes y defectos ante situaciones difíciles. Yo pensé que iba a gustar, pero no esperé un éxito así.
Siempre hay insatisfacciones, una de ellas es escribir la segunda parte de Al compás del son en los años 1946 al 48, la época entre Grau y Prio. Me dijeron que no querían nada del pasado.
El director y yo nos llevábamos muy bien, pero él a veces no me consultaba las cosas.
Otra vivencia es la de Mariposa, un personaje que quiero mucho, yo había pensado que hacia veinticinco años que tenía ese personaje en la mente. Una vez logré sacarlo en una novela que escribí titulada Loma arriba.
Había probado muchas jóvenes en el casting y hablé con Padilla, cuando ella hizo la prueba él dijo:” Esta es Mariposa”.
¿Cómo quisiera que la recordaran?
Como una escritora que ha tratado de dar lo mejor de sí, que ama su público, y se ha sentido amada.
¿Qué éxitos similares conserva en sus neuronas tan fértiles, elegida por los dioses para contar historias?
Mi carrera ha tenido cinco grandes éxitos. Hace muchos años escribí Rebelión, que trataba de las guerrillas, donde tú sientes que la gente la hace suya en esa época se hacia la televisión en vivo. La otra fue la de Melecio con treinta capítulos, logramos un éxito despampanante. La tercera fue mi querido El gran espigón, el cuarto fue Al compás del son, pero esta última no pensé, la escribí humildemente, basada en la vida cotidiana, pensando que iba a gustar, así que la satisfacción con este quinto gran éxito y último es mucha.
Es la primera entrevista que me hacen con preguntas absolutamente diferentes, me han hecho recordar cosas tan agradables que tenía en el cajón del olvido y te lo agradezco mucho.