Cuestión primigenia
¿Qué ofreceremos a los que pronto regresarán/ con qué disfrazaremos las paredes agrietadas/ los montones de cal caídos al suelo?/ Aquellos vuelven en busca de los abrazos perdidos/ del lugar que el tiempo les robó en las fotos familiares/ Retornarán con otros cuerpos y otros rostros/ los que regresan jamás son los mismos/ Nosotros/ los quedados/ tampoco somos los de ayer/ ¿Con qué gesto/ con cuál sonrisa adornaremos el saludo para el reencuentro?/ Ellos esperan siempre lo mejor: nuestro lugar en la cama/ la habitación más espaciosa/ las sábanas blanquísimas/ Sentados a la mesa compartiremos un buen café -comprado a la revendedora- mientras platicamos sobre la muerte de los viejos y hasta de la agónica ciudad natal/ Lo pondremos todo a su disposición/ que no haya una queja/ no se critique el trato/ los esfuerzos indecibles/ Pero antes está la cuestión primigenia: de qué manera/ cómo poder construir para los que pronto vendrán/ el hipócrita escenario de la complacencia.
Las putas y el amor
Lo peor de la soledad es la forma
Lourdes González
Una puta es una mujer con un propósito/ con tu espina dorsal y tu nombre erige las catedrales del placer/ imperios donde convergen rivales y adeptos/ Su cuerpo es címbalo/ origen de los misterios/ Ella se expande/ se hace luz/ Siempre habrá una mano que le extienda un pedazo de cielo/ un poema/ una isla/ En su vientre guarda los conjuros y la mística de los siglos/ allí beben como títeres de una sed rota monarcas/ plebeyos/ ególatras/ Una puta es una mujer que no ama/ que niega —al menos— tal acto/ El amor es un sentimiento-trampa que no pueden permitirse/ por eso están solas/ Mujeres tristes como un guijarro/ una estrella/ un cadáver/ Mujeres solas como yo.
Paria
Mi voz fermenta en el desprecio de la noche/ El mundo me abortó/ desterrándome a donde sólo florece mi espanto/ En este cuerpo yace la sombra/ restallan lamentos contra el vacío de esos huesos con que imploro a dioses absurdos/ seres que jamás voltean la mirada para no saber/ Fustigan las horas/ hunden su filo de luna en estas sienes/ abriendo estrías/ viciando como escarcha que coagula los ojos del ciego/ La celda es ámbito de malditos/ insidia para adjudicar el quiebre/ la torcedura/ Ya no habrá ceremonia que arroje consuelo alguno/ mi nombre sirve de alimento a insectos que procuran el desamparo/ cuelga de los hierros que me separan de la realidad (afuera todo fluye a pesar de mí)/ La sentencia corroe el ímpetu de los augurios/ todo artificio ante la espera/ Aquel que fui un día me abandona/ en el hueco de la incertidumbre desvanece.
Tiempo de regreso
Y los muertos de mi familia regresan (…)
José Kozer
Era el tiempo del regreso/ Retornábamos a la casa de nuestra niñez/ aquella de tantos muertos abandonados a la herrumbre del silencio/ aguardando siempre un ramo de flores/ una oración/ alguna señal para no saberse solos/ ahogados en la nostalgia que se ha expandido como horizonte/ Partimos hacia un destino que creíamos asible (algunas evocaciones permanecieron en la marea de la espera)/ pero la casa no resultó sino imagen incomprensible/ No hallamos ningún retrato en la pared/ reverencias ni sonrisas como presagio/ Fuimos sombras que nadie recibió con rituales de júbilo/ En el tiempo del regreso vislumbramos nuestra condición de hombres más muertos que los muertos: ¿quién ofreció una plegaria/ un ramo de lirios para sabernos recordados/ herederos todavía de algún sitio a pesar de la ausencia?/ En el retorno no hubo más que la declinación de lo que alguna vez fue cardinal/ sepultando nuestra identidad entre las ruinas/ La misma ciudad parecía otra/ en ella fenecieron los recuerdos de la infancia/ fueron devorados por el musgo y la humedad/ su lucidez no fue suficiente para retener el sonido de estos nombres que hoy apenas son hilachas/ El acto del regreso —lo comprendimos en un golpe de pérdida— es afán de aquel que se marcha/ dejando atrás una duna elemental de fragmentos de sí mismo y/ procurando disiparlo/ vuelve siempre sobre una cuerda floja/ mientras el viento de la incertidumbre amenaza su equilibrio.

Felicitaciones! Muy buenos poemas.
Saludos
Son bellos estos poemas de Milho Montenegro. El que más me gustó leer fue Cuestión primigenia.
Gracias a la Revista y Luis Amaury por la oportunidad.