Bastó con mirarla a los ojos para saber que había mucho más en ella que solo lauros como escritora. Sus respuestas certeras y precisas, en las primeras conversaciones, lo confirmaron. Así que aproveché la oportunidad de una entrevista que se gestaba en La Gaveta, para develar el mundo de Giselle Lucía Navarro; no la escritora tantas veces premiada, sino la mujer que no se impone límites y que cree, como yo, que la sinceridad es el mejor vestido.
Entrevista a la escritora y diseñadora Giselle Lucía Navarro Delgado.
La Habana-Pinar del Río, 27 de marzo de 2020.
Giselle Lucía Navarro Delgado (Alquízar, Artemisa. 1995). Poeta, narradora, ensayista y diseñadora de moda. Miembro del Movimiento Poetas del Mundo y de la Asociación Hermanos Saíz. Dirige el Grupo Literario Silvestre de Balboa y es profesora de Literatura en la Academia de Etnografía de la Asociación Canaria de Cuba. Entre los premios recibidos, se destacan: Premio de Ensayo Benito Pérez Galdós (2011), Premio de poesía Edad de Oro (2018). En 2019 recibió el Premio Guillermo Cabrera Álvarez, XIX Encuentro Ala Décima, Pinos Nuevos de Literatura Juvenil y David de Poesía. En ese mismo año publicó: El circo de los asombros, poesía infantil y ¿Qué nombre tiene tu casa? novela infantojuvenil; ambos por la Editorial Gente Nueva; Criogenia (Editorial Unión) y Contrapeso (Colección Sur). Textos suyos han sido traducidos y antologados. Conduce la Tertulia Da igual, en el Centro Literario Dulce María Loynaz.

¿Te has encasillado en un término alguna vez. Poeta, solamente, por ejemplo?
No me gustan los esquemas, siempre me han parecido estructuras artificiales, y por demás, inexactas. Creo que el mundo y la vida son símbolos de transformación constante. El ser humano y el artista son parte de ese proceso de transformación. Todo lo que escribo no es poesía, aunque haya poesía en casi todo. Podría ser la palabra artista, pero si me voy a encasillar en algo sería en el término mujer, aunque sostengo la idea de Francois Poullain de la Barre, al plantear que la mente no tiene sexo. Para mí el único esquema posible dentro de la creación es el propio acto de crear en cualquiera de sus circunstancias o géneros.
¿Cómo concilias la escritora adulta, erótica, modernista, decimista, con la escritora infantil, ensayista, la profesora…?
La escritura se convierte en un reflejo de mi interior, del sendero que transito, de mis experiencias y las vivencias de mis antepasados, todo aquello que arma la estructura de un individuo. A veces encuentro en las palabras una forma de desahogarme, de reír, de llorar, de inventarme el mundo, de explicarme las cosas que no entiendo, decifrar secretos, retroceder y avanzar en el tiempo.
Escribir para adultos es como escribir para mí misma en tiempo real. Abordo temas que me conmueven, me golpean, me persiguen o que simplemente van surgiendo entre mis manos. He experimentado no solo con el verso libre. Desde que comencé a escribir atrapó mi atención la variedad de estrofas existentes. Adaptar las ideas dentro de esos esquemas se convirtió en un divertimento inigualable, así conocí la décima, el soneto, el ovillejo, el haiku, el zéjel… y otras tantas. La literatura desde siempre fue una terreno fértil para mi curiosidad, pero aunque tuve la suerte de ingresar al Instituto Superior de Arte, en la especialidad de Dramaturgia, decidí estudiar Diseño. Muchos no entendieron en ese momento mi decisión. Para mí no había nada que decidir. La literatura ya estaba en mi vida y se quedaría por siempre. El diseño fue esa otra parte que quise explorar.
¿Te consideras una escritora de literatura erótica?
Aunque el erotismo podría ser un tema que sale a relucir en algunos de mis libros engavetados, no me considero una escritora de literatura erótica. En varias ocasiones he obtenido el premio de poesía erótica en algunos concursos, pero yo misma me he sorprendido. Alguien puede leer esos textos y decir que no hay nada erótico en ellos. A veces el lector no espera encontrar textos de este tipo en los que no se mencione ni una palabra obscena. Creo que el erotismo está en las sensaciones que puedes sugerir o crear con la palabra; siendo evidente sin decirlo todo.
Recuerdo que cuando estudiaba en la Onelio uno de los cuentos que leí era sumamente erótico. Partía de la corriente de pensamiento de una mujer, que era el personaje central, y tenía mucho vínculo con la pintura y el arte prerrafaelista. Cuando terminé de leer, a la mitad del aula le encantó el cuento, pero a la otra le parecía un texto sin sentido. Uno puede decir cosas muy arriesgadas, perversas y hasta peligrosas con la palabra, pero la llave está en la mente de quien lee.
El erotismo en mis textos podría verse como uno de los tantos rostros de la mujer, ya que siempre lo abordo desde esa arista. Me interesa la visión de la identidad femenina, y creo que es una voz literaria muy fuerte, con mucho por explorar todavía.

Cuando escribes literatura infantil tu sujeto lírico es una niña ¿por qué?
La escritora infantil no existe, en realidad es una niña la que escribe esos textos. Por circunstancias diversas, de pequeña pude percibir lo que sucede cuando una persona se acostumbra a la idea de ser un adulto, con convicción de adulto. Vi el cambio en sus ojos y su forma de pensar, por ello decidí que una parte de mí no crecería. Quise conservar mi inocencia por sobre todas las cosas. No soy una mujer ingenua, pero sí me considero inocente.
Cuando escribo para niños no trato de pintarles un mundo con adornos y bellezas ideales. Los niños comparten los mismos sentimientos que los adultos. Merecen un mundo real, con esperanzas y color, pero también con esas otras zonas duras. No deseo escribir solamente para entretener a los niños, deseo escribir para enseñarles, y lograr que se sientan identificados en cada palabra.
¿Cuándo surgió tu interés por la investigación?
El interés por la investigación surgió en la adolescencia, eso se lo debo también a mi maestro Rafael Orta Amaro. En la Asociación Canaria de Cuba todos los años se hacía un coloquio historiográfico. Participaban escritores de todo el país. Los jurados siempre estaban integrados por personalidades de las Ciencias Sociales en Cuba. Había participado algunas veces de oyente, y me fascinaban esas charlas y debates alrededor de los libros presentados.
Una parte de mi familia materna proviene de Islas Canarias. Sentía una inmensa curiosidad por ese legado material e inmaterial de mis antepasados. Así que comencé a investigar. Recuerdo que la primera visita al Archivo Nacional fue todo un descubrimiento para mí. Estar de cerca y palpar documentos escritos cien años atrás era como viajar en el tiempo.
Mi primer ensayo aborda temas relacionados con las labores artesanales y otras costumbres traídas por los emigrantes canarios al país. El segundo libro se enfoca en la poesía y el vínculo de los poetas con una revista mensual que se publicaba en La Habana neocolonial de la década de 1930. Luego vinieron dos más pequeños, uno relacionado con el patrimonio monumental de los canarios en Cuba, y otro vinculado al formato de cuerda de “las rondallas” y su aporte a la música cubana, realizado en conjunto con el músico Marcos Prawl. El último estuvo vinculado a las prácticas mágico-religiosas, las supersticiones y la etnomedicina que utilizaban los canarios en zonas rurales del país. Es un proyecto que quisiera seguir desarrollando y que no doy por terminado.
¿Por qué te acercas a la décima?
Aprendí a escribir décima leyendo al Indio Naborí. Copiaba alguna de sus estrofas en mi libreta y trataba de imitar el esquema de la rima y el octosílabo. Luego, en el grupo Silvestre de Balboa conocí sus otras particularidades. Desde entonces no he podido despegarme de ella. Contradictoriamente en la poesía rimada mi palabra suele ser más explosiva y rebelde, mientras en el verso libre suele ser más mesurada y concisa, más filosófica.
Aprendí mucho con los libros de Alexis Díaz-Pimienta. Desde hace algunos años me he vinculado bastante al Grupo Ala Décima y a los eventos que se gestan en torno a él. Durante el tiempo que trabajé como correctora de prensa en el periódico Trabajadores, tuve la posibilidad de estar muy cerca a Pedro Péglez (el tío Péglez), quien es el presidente del Grupo, y junto a él aprendí muchísimo. El universo de la décima en Cuba es enorme.
Para muchas personas la décima y otras estructuras rimadas, entre ellas el soneto, constituyen formas de expresión pasadas de moda, y encuentran en el verso libre la verdadera expresión del poeta contemporáneo. No estoy de acuerdo con eso. La décima es una estrofa muy dinámica y en nuestros días existen un montón de variaciones posibles que te permiten experimentar. Décima no es solo la estrofa que se improvisa en los guateques o canturías, tampoco es un fruto exclusivo de la tradición oral. La décima escrita es una raíz importante de nuestra producción literaria y es necesario que como tal se reconozca. Desgraciadamente, ha sufrido cierta marginación en algunos contextos, incluso, en la mayoría de los concursos literarios donde se compite en poesía, los jurados esperan leer verso libre, como si fuese la única forma existente de versar. En ocasiones se pone un apartado que aclara que “se incluye la décima”, y lo que pareciese ser un acto de inclusión también contribuye a marginar el género, sosteniendo la idea de que la estrofa es una zona aparte de la poesía.
En mi taller enseño la décima a mis alumnos. Aunque no se dediquen a escribirla deben hacer al menos una, conocer de qué se trata. Es nuestra estrofa nacional. Un poeta debe conocer la tradición y las raíces de la literatura de su país.
Tengo tres libros escritos en décima, pero aún están guardados en la gaveta, espero poder publicarlos algún día.
¿Podrías hablarme de tu maestrao, Rafael Orta Amaro?
Los seres humanos somos criaturas sociales. Nuestro recorrido en este mundo está marcado en gran medida por las experiencias que vivimos y las personas que conocemos.
Pareciese un lugar común hablar de un maestro. Para mí es algo sagrado. Agradecer es el primer ejercicio que debe aprender un buen alumno. A veces una palabra, una clase, algo simple, puede reordenarte los impulsos y pensamientos que llevas dentro de ti. Eso me sucedió cuando lo conocí. Murió joven y publicó pocos libros, dejó muchos proyectos inéditos e inconclusos, pero creo que su mayor obra estuvo en las generaciones de alumnos que impulsó hacia las letras. Muchos escritores salieron de ese taller, algunos dispersos por el mundo en estos momentos.
Veía en él una especie de figura paterna, un amigo, y eso hacía la diferencia en las clases. Hay muchas escritos que no pude mostrarle, palabras que faltaron por decir, pero, por encima de todo no pude decirle gracias, o al menos lo suficiente. Me enseñó una de las cosas más importante que debe tener un escritor, que es el amor y la seguridad por lo que hace.

¿Qué te impulsó a enseñar?
La profesora pudo nacer como resultado de una vocación o por necesidad del destino. Mi abuela era maestra y bibliotecaria, siempre me dio clases en casa. Luego, en la enseñanza primaria era alumna ayudante de Español-Literatura; copiaba apuntes en la pizarra y le explicaba a mis compañeros cuando se quedaban rezagados. Siempre me gustó enseñar, transmitir lo poco que sabía. Cuando se me dio la oportunidad en el grupo literario Silvestre de Balboa ya tenía cierto entrenamiento, aunque necesité tiempo para adquirir la confianza. El camino fue muy disfrutable, también difícil.
Empecé a dar clases al mismo tiempo que comenzaron mis estudios en el Instituto Superior de Diseño. Después de estudiar de lunes a viernes, trabajar el fin de semana se volvió un tanto agotador para mí, pero el conocimiento y las experiencias hermosas que adquiría, lo compensaba. Fue la sonrisa en los ojos de mis alumnos lo que hizo que cada sábado, sin importar el cansancio y el montón de cosas por hacer, estuviese con ellos.
Dar clases para mí es otra forma de crear. Creo sueños en la mente de mis alumnos, voy sembrando oportunidades y tiempo, el tiempo en el que todo es posible. Eso me hace feliz.
¿Temes ser descubierta en tu poesía?
En lo absoluto. La obra de un poeta siempre desnudará el corazón del poeta. Por más que intente esconderse en ella, hay un punto donde puedes rasgar la vestidura y verle. Solo se necesita un alma sensible o los ojos de un buen observador para ver más allá de su palabra.
¿Cómo logras ser tantas Giselle en una sola?
Una piedra puede mirarse desde diversos puntos de vista y siempre la encontrarás diferente, sin dejar de ser la misma piedra, esa con la que tropezaste por azar en tu camino.
Desde niña todos me aconsejan dedicarme a una sola cosa —porque solo se puede triunfar en un camino —dicen, y que el que emprende diversas sendas no puede ser genio en ninguna. Yo no aspiro a ser genio en ninguna. Cada cosa que hago es simplemente porque me gusta, porque se convierte en una necesidad para mí. No voy a cortar estos impulsos por una ambición. La vida es demasiado corta para inventarse límites. El hombre que limita sus impulsos, y se priva de hacer algo que le gusta, algo que ama, porque considera que no le llevará a ningún lugar, termina frustrado en alguna parte de sí mismo.
Giselle Lucía antes que nada es sincera consigo misma. Cada persona tiene en su interior un árbol frondoso con muchas ramas, cada mujer tiene muchas mujeres dentro sí misma. Hay muchos rostros en el corazón de una mujer, y mientras más mires hacia adentro, más encontrarás.
