Uno de los mitos urbanos que ha recorrido las provincias de Cuba es el «Mito de la fiesta del Guatao».
Cada vez que se presagia una trifulca, gran riña, no falta quien advierta: «Esto va a acabar como la fiesta del Guatao».
Según las referencias que hemos recogido en el Guatao la fiesta se celebró muchas décadas atrás, la fecha exacta es imprecisable, pues existen muchas versiones con distintas fechas.
Resumiendo las versiones, el mito surge de un hecho real: En Guatao se efectuó un baile y en él ocurrió una enorme, una descomunal riña entre los asistentes. ¿Por qué causas? Las versiones ofrecen variadas causas. Parece que hubo viejas rencillas que se ventilaron a puñetazos. Los músicos escaparon sin instrumentos y golpetazos. Los músicos escaparon sin instrumentos y golpeados. No quedó «un mueble sano» en la casa del baile. La misma casa fue parcialmente destruida en el grande tumulto iracundo. La leyenda de la destrucción, heridos y aporreados en el ya mítico baile, descomunal, insuperable. [La bronca del siglo], nos decía un cosechero de tabaco.
Versión personal
En nuestra juventud, alrededor de los veintidós años, conocimos a un titulado asistente al mítico baile, natural de Candelaria. Nos afirmaba que una belleza del pueblo, Fela Cuesta, había originado el fabuloso combate a puñetazos con sus coqueterías. Sobre esta versión escribí unas décimas, llenas de mi muy juvenil humor:
FIESTA FAMOSA
(A la manera más típica)
Hubo en el Guatao la fiesta
más extraordinaria y rara
cuando allí asomó la cara
coqueta de Fela Cuesta.
Pronto comenzó una apuesta
sobre quién bailaba a Fela.
Aquello prendió candela
de volantes «jaquimazos»
Golpeaban rostros «piñazos»
mordía a la espalda la espuela.
El griterío despedido
en la medianoche ardiente
de la atropellada gente
se oyó por lo más tupido
del monte. El enfurecido
puño en flor se daba entero.
Por tal revuelto bronquero
de silletazos y muelas
revolando, quedó Fela
desmayada en un alero.
Bajo el golpe en cruenta ola,
la noche caliente en Mayo,
hubo quien montó un caballo
por la punta de la cola.
De la enorme batahola
surgía un chispaje dorado.
Del conflicto continuado
salieron sones de estaca
y macetas de albahaca
coronando un ¡ay! helado.
Por algún hueco que hubo
los músicos escaparon
y mientras más se buscaron
más denso el misterio estuvo.
Un tipo construyó un tubo
para huir del bravo «queque».
Las tablas del bajareque
se fueron cuarteando a poco
al bronco rumor del loco
puño piñando al guateque.
Luego la Guardia Rural
vino a acabar con el brete:
quedaron doce machetes
revolando en el maizal.
¡Qué batalla! La fatal
Fela gozaba en su punto:
la mirado de cotunto,
la vista como candela.
(Guatao seguía en la «pela»
al acabar este asunto).
Samuel Feijóo (a los 22 años)