Mi madre supo decir agua, sed, pólvora, rasguño, cadáver, miedo, muerte. Ella eterniza sus armas y las pone en la posición correcta de un ejército. Ayer mi madre fue una mujer fuerte, no gorda. Hoy es una mujer que ha perdido líquidos y se ha pegado al hueso que la acompaña. No sé decir qué hueso, solo que la acompaña como un Lazarillo. Mi madre se pone de pie junto a su cama y se despide de las aves que esperan las migajas de siempre. Sus aves suelen ser las golondrinas que lanzan su cuerpo contra el aire. Ella sacude con fuerza su anillo en los dinteles de la ventana. Luego me pide hojas blancas para recortar pequeñas mariposas. Las golondrinas juegan con sus pequeños bichos en el aire.
EtiquetasPoesía
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