Nítara, el hechicero, la encontró una noche entre los nenúfares del estanque. Era la mujer más bella que alguna vez sus ojos vieron, en el largo peregrinar por este mundo. Sus cabellos de plata, arrojaban luz sobre las flores del estanque, transformándolas en cirios flotantes, cargados de plegarias de amor. La túnica aurea y las aguas a su alrededor, semejando relámpagos caprichosos. El cuerpo desnudo, de una blancura como una firme torre de marfil, contorneada por manos caprichosas, llenas de lujuria.
Entonces Nítara, ante aquella visión, quedó prendado y se supo invadido por un amor, sin horizontes. Entonces el sexo se hizo insuficiente, incapaz de colmar los deseos de aquella a la que poseía cada noche, entre las aguas tibias del estanque. El hechicero dispuso todos sus poderes de magia arcana, para complacer a aquella mujer que reconocía como dueña indiscutible de su corazón de brujo. La colmó Nítara de atenciones, a pesar de que el carácter de la dama cambiaba con cada noche nueva: En ocasiones correspondía a los empeños del mago, otras, era esquiva. Incluso, por momentos, un frío glacial ensombrecía sus mejillas, cual flores de nieve bajo los cabellos de luces fantásticas.
No obstante, nada de esto importaba a Nítara, siempre que la viese cada noche. Siempre que pudiese hundirse entre sus piernas, favorables al deseo y la pasión.
Durante el día, la ausencia de su amada era insoportable. La lejanía temporal costaba al mago gran esfuerzo. Nítara, se sentía como si tuviese la garganta abierta en miles de surcos, por donde el agua del amor se le escurría, sin lograr ponerle freno. Por tanto, el mago pensó en como atraparla para tenerla junto a sí, día y noche.
Nítara, releyó todos los libros de su torre en busca del sortilegio adecuado, pero ni siquiera en los más antiguos pudo hallar respuesta. Nada. Ni una red mágica ni cadenas encantadas podrían retenerla a su lado.
Esa noche, Nítara, se fue junto al estanque, como tantas veces había hecho. Se sentó al borde y comenzó a llorar. La amaba con pasión, más estaban condenados, pues, incluso Nítara, sabedor de magia arcana, no podría retener a su lado, para siempre, a la luna.
EtiquetasNarrativa
Recomendamos
Pelea de Gallos
Los gallos se encontraron de frente con el instinto de supervivencia en los ojos y …