"Fe de poesía", el aliento de las musas

Según expresa en las palabras del prólogo a Fe de poesía —publicado por la editorial El Mar y la Montaña el pasado 2016— el investigador Virgilio López Lemus, es destacable en los análisis que Rafael Ángel Bernal Castellanos realiza en este tomo, el hecho de que trata a Dulce María desde su esencia de poetisa, al sustentar que la poesía vibra en todos los libros de la autora, incluyendo Fe de vida y hasta Un verano en Tenerife.
Este cuaderno, aparecido ahora, en ropaje mucho más vistoso que en su anterior edición, para los homenajes que, iniciados en la XXV Feria Internacional del Libro de La Habana se extenderán a todo lo largo de 2017, agrupa tres ensayos de diversa extensión y tema: “Vecindades de dos poetas”, “Un verano en la poesía” y “Dos versos de un mismo poema”.
En el primero de ellos Bernal Castellanos intenta –y a mi juicio consigue– demostrar la existencia de innumerables puntos de contacto entre las obras de la Loynaz y del poeta Jorge Guillén, una de las principales figuras de la Generación del 27 español, cuya opción por la llamada “poesía pura” y el esmerado uso del lenguaje lo aproximarían ya al quehacer loynaciano.
Resulta interesante como, amén de los indiscutibles motivos y temas comunes a ambos universos líricos que Castellanos nos va mostrando –y demostrando– pese a que ambas personalidades no tuvieron cercanía en su momento, el ensayista dedica varias páginas a establecer un paralelo sociopolítico y económico entre isla y península, en cuyas coincidencias podrían radicar las causas de tendencias y derroteros muy cercanos en ambas poéticas, unido esto al apego de la Loynaz a España (donde su obra fue más publicada y reconocida que en su propio país), y por lo que de connotación personal inviste, al archipiélago canario, pero, sobre todo, por su filiación al castellano, nuestra lengua común, de la que fuera exquisita cultora y defensora a ultranza, tanto como de los más auténticos valores de nuestra historia y cultura nacionales.
“Un verano en la poesía”, como su título nos lleva a suponer, versa sobre su libro de viajes publicado en 1958, Un verano en Tenerife, donde vierte sus días de estancia en esas islas “ni africanas ni españolas”, matizando con sus sentimientos hacia estas los conocimientos sobre presente e historia, su naturaleza e incluso su mitología, y sobre el cual dice Juan Ramón de la Portilla, en el prólogo a su más reciente edición (Cauce, 2014), que “a ratos no sabemos si lo que se lee es novela, pasaje de libro escolar, diario, relato o poesía…”, pues se nos da en una prosa, y a eso se refiere el autor de Fe de poesía, que no escapa en modo alguno al aliento poético que emana de todo cuanto escribió esta mujer, poesía ella misma.
Apoyado en abundantes referencias de anteriores estudios y sobre todo en la propia obra loynaciana, Castellanos llega incluso a exponer en versos la prosa de Un verano… para demostrar no solo el aliento lírico en que otros habían quizás reparado, sino la estructura y sonoridad propios del género que acá, muy a su pesar si nos atenemos a declaraciones de la propia poetisa, se le escapan, condensan de modo casi autónomo en su prosa.
En un texto mucho más breve, y valiéndose también del análisis comparativo, se establece aquí un paralelo entre la novela testimonial Gallego, de Miguel Barnet, y esa especie de biografía, también novelada, que resulta ser Fe de vida, historia de un hombre, otro español, y una mujer, patricia cubana, perfectamente enmarcados en su ambiente y en su tiempo.
Diferencias y semejanzas entre los protagonistas de ambos testimonios, y la manera en que se fueron insertando, arraigando en la sociedad cubana, se enumeran aquí de modo que, aun para quienes no lo hubiesen pensado antes, empieza a resultar evidente que Bernal Castellanos no anda por caminos desacertados en sus apreciaciones, que pensó, incubó apasionadamente sus ideas, que las estudió a fondo antes de socializarlas, por lo que no resulta para nada difícil que ganara para su causa al jurado de aquel premio Boti de 2004, como estoy seguro lo hará con quienes aun se decidan a aceptar esta Fe… que nos predica, pues son causa y fe de nuestra literatura.
Sirva esta reedición de Fe de poesía (la primera data del propio 2004), como digno aporte de su autor, y de la guantanamera editorial El Mar y la Montaña, a las celebraciones por el aniversario 115 del natalicio de nuestra “Dama del agua”, cuyo magisterio lírico le valió el reconocimiento, no solo de su pueblo y de la intelectualidad cubana que hace treinta años le confiriera el Premio Nacional de Literatura, sino de todo el mundo hispano, que en 1992 lo explicitara con la entrega del Premio Cervantes, cuyo acto de aceptación no desaprovechó la poeta para recordar a los reyes de España su prosapia mambisa, su cubanía acérrima.

  José Raúl Fraguela

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