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A propósito de la obra de Raciel Linares Guerra

Raciel Linares Guerra enarbola un arte que transciende las fronteras de la razón y se instala en el universo espiritual.Su obra figurativa, es espejo de su condición insular. El artista se inspira en el mar y los peces, el archipiélago cubano, la singularidad de su topografía, las frutas tropicales y los personajes idiosincráticos de naturaleza religiosa o histórica, incluso costumbrista.

Formalmente, resulta loable su gusto por las texturas con un interés puramente expresivo. Veladuras en función del contraste semántico de los elementos que conforman la composición. Los fondos profusamente trabajados o destacados por el color; por más un color en batalla de complementarios. Así también la superposición de objetos para ganar profundidad dentro del campo visual.

Raciel Linares
Raciel Linares / S/T

Si bien se halla a Picasso en sus fabulosos arlequines con medias caras y algo más de Munch, en la versión linaresca del Grito; reflejo de la sapiencia del creador sobre la historia del arte universal;  la obra de Raciel es muy personal por su estilo y muy nacional por el modo de abordar los temas.

Aun cuando su producción artística toda se centra en el individuo: sus sueños, conflictos y esperanzas, la versatilidad del tratamiento temático da fe de un indagar constante, de un artista para el cual el Arte es el medio de expresión más sublime y sacra su labor.

Cuando representa expresamente la figura humana, se enfoca, salvo alguna excepción, en el busto, su impresión es casi retratística, sin reparar demasiado en detalles faciales y/o genéricos, en cambio sí en el cerebro diseccionado del personaje, cuya materia se figura a través de engranajes como los de una maquinaria.

Por qué no representar otras extremidades del cuerpo, de igual connotación simbólica como (por ejemplo) las manos, o el corazón – un órgano tan manido dentro del discurso artístico.

De lo anterior se deduce que el artista valora en el hombre su carácter racional, otorgándole suma importancia a su capacidad cognoscitiva e intelectiva.

A ratos Raciel se inclina además por la figura “mítica” del  Rey, puede que como símbolo de poder, encumbramiento y liderazgo.

La evocación martiana, fuertemente arraigada dentro de su producción plástica, emerge como la personificación del humanismo que en el autor radica, su empatía ideológica con la figura histórica y su profundo sentimiento nacionalista.

Ligado a su visión humana germina su interés religioso… De tal forma llegan los peces al milagro del arte.

No debe olvidarse que el pez ha formado parte del corpus religioso de la historia de la humanidad desde tiempos inmemoriales. Al dios Hefestos, en Roma, se le veneraba con ofrendas de peces; pero además, existen deidades – como Oannes, el avatar de Visnú y los Nommo, del pueblo Dogon- cuya morfología comparte rasgos con estos vertebrados.

En el cristianismo, es considerado el símbolo de Cristo. Las letras de la palabra «Ichthys» (pez, en griego) representan las iniciales de la frase: Iesous Christos Theou Yios Soter (Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Salvador). Junto al lago Genesaret, Jesús hizo que las redes de los pescadores rebozaran de peces; pero también  desde el vientre del pez Oró Jonás a Jehovah su Dios (Jonas 2:1) y entendió que los que veneran las vanidades ilusorias abandonan su lealtad (Jonas 2:8). Entonces,  ser devorado  por un pez indica adentrase en un proceso de perfección y purificación… quizás sea esta la extrapolación del propio proceso introspectivo al que asiste el artista en medio del torbellino creativo.

Raciel Linares
Raciel Linares / Ciudad II

Sus lienzos rejuegan también con Eros. La figura fálica, más explícita que insinuada, se presenta a través de la parodia o con un tono sensualizado.
Acaso las frutas no son también resultado de la fecundación, símbolos de fertilidad. Chirimoyas y plátanos, de origen estrictamente tropical, exportan el deseo por el “sabor” del Caribe.

Referirse al género paisajístico con la más estricta literalidad dentro del discurso de este creador es imposible, pero sí es necesario señalar su interés por algunos elementos arquitectónicos  y/o marcadores espaciales como ventanas, columnas, mesas, escaleras que de igual forma inscriben la composición en un ambiente verosímil, no solo en cuanto a perspectiva sino también desde un punto de vista escenográfico.

Son en su mayoría las colagrafías, de preferencia iluminadas, las que abordan sus planos arquitectónicos, remedos catedralicios de nuestra cultura criolla y a las que acuden personajes costumbristas y sacrosantos.

La escalera, por ejemplo, muy sutilmente abordada pero de reiterada presencia, se suma a otros objetos y animales, cuya evocación no es gratuita, que tributan simbólicamente al texto visual. La escalera constituye el medio para pasar de un nivel a otro, a veces con un significado altamente espiritual, que encarna la subida del alma hacia Dios o el descenso de Dios hasta el alma para otorgarle su gracia; en un plano más pragmático puede que connote el afán por el progreso personal y el perfilado de una meta.

Entre los animales, insiste además en la libélula que alude a la ligereza, la frivolidad y la inconstancia, a la hormiga por su laboriosidad, al camaleón por su conveniente metamorfosis y al ave (sin especificación) que siempre tiene una lectura mística relacionada con la libertad.

Con seguridad, para Raciel el Arte no es una mera fuente lúdica o solaz,  es fin y no medio, nace de su yo insondable con el aliento de su ideología, durante un sonar de sístoles y diástoles.

Su obra es producto de su tiempo, como lo es él mismo y, por tanto, emana de un ingenio estampado por la situación contextual.  Si bien la producción plástica cubana contemporánea toma rumbos globalizantes adscritos a tendencias foráneas, el savoir faire nacional e idiosincrásico se descubre siempre en la obra de artistas, tan profundamente cubanos como Raciel Linares Guerra.

  Yanetsy Pita Ariste

Pinar del Rio, 1989. Historiadora del Arte

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